Mariano Bertuchi Nieto
Mariano Bertuchi Nieto (Granada, 6 de febrero de 18842 – Tetuán, 20 de junio de 1955) fue un pintor español que desarrolló la parte más relevante de su carrera profesional en el protectorado español de Marruecos. Se le considera el pintor por antonomasia del protectorado, así como el responsable de fijar la imagen de Marruecos en España a partir de mediados del siglo XX. Además de pintor, fue también funcionario con amplias responsabilidades en la gestión cultural dentro de la administración colonial española en Marruecos. En 1928 fue nombrado inspector jefe de los servicios de Bellas Artes del Protectorado y se estableció en Tetuán, donde permanecería hasta su muerte. También dirigió e impulsó diversas instituciones culturales y de conservación del patrimonio, como el Museo Marroquí (hoy Museo Etnológico de Tetuán), la Escuela de Artes Marroquíes o la Escuela Preparatoria de Bellas Artes, hoy Instituto Nacional de Bellas Artes, en la misma ciudad. Su labor como funcionario colonial fue trascendental en las labores culturales del Marruecos español.
Nació en Granada en 1884, en el barrio del Reajelo. Era hijo de José Bertuchi Criado —delineante de obras públicas de profesión, tenía ciertas inquietudes artísticas, ya que era aficionado a la pintura y la fotografía;3 descendía de una familia originaria de Malta, emigrada a Granada después de la invasión napoleónica de finales del siglo XVIII— y de María de la Encarnación Nieto Rada. Era el mediano de tres hermanos, todos varones (José, el mayor, y Antonio). Bertuchi fue un niño precoz («Yo aprendí a dibujar antes que a escribir» declararía en múltiples ocasiones) y, cuando con pocos años, su familia se mudó a Málaga, Bertuchi inició estudios en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Málaga, en la que se matriculó el curso 1893-94. Al año siguiente volvió a Granada y se matriculó en la Escuela de Bellas Artes granadina, a la que asistió hasta el curso académico 1897-1898.6 Sus biógrafos han señalado también que recibió clases de los pintores granadinos Eduardo García Guerra y José de Larrocha. En 1895, con once años, participó por primera vez en una exposición, contribuyendo con cuadros de temas granadinos. A los catorce, comenzó a pintar motivos árabes. Dos años después, obtuvo su primera distinción por una de sus obras. También ganó un concurso conmemorativo del cincuenta aniversario del Liceo Artístico y Literario de Granada, lo que le valió un premio en metálico y se inscrito como socio de mérito en el Liceo.
Visitó el norte de África por primera vez en las navidades de 1898, invitado a Tánger por el que había sido intérprete del general O’Donnell durante la Guerra de África, Aníbal Rinaldi, amigo de José Bertuchi. Rinaldi agradeció así al hijo de su amigo el retrato que le había hecho.nota 173 Resultado de su primera estancia africana fueron las obras El zoco de Tánger y Mercado de frutas, presentadas a su regreso, en 1899, en un certamen pictórico en Granada.8 Con quince años, se trasladó a estudiar a Madrid, matriculándose en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí fue alumno del valenciano Muñoz Degrain, al que ya había conocido en la escuela de Bellas Artes malagueña. Durante el año académico 1899-1900 cursó el primer curso de Pintura. Con el paréntesis del curso 1900-1901, en el que no consta su inscripción, sería alumno de la Escuela Especial hasta el año académico 1902-1903.910 Durante el verano de 1900, con 16 años, regresó a Tánger, esta vez para pintar un óleo para el residente británico en el puerto marroquí. Ese mismo año presentó varias obras en Madrid, en la Exposición Bienal del Círculo de Bellas Artes,11 repitiendo en la siguiente bienal, dos años después.11 En 1902-1903 regresó al norte de África y pintó una serie de óleos sobre cartulina ilustrando la guerra civil entre el sultán Abd al-Aziz y el usurpador conocido como Bu Hamara o el «Rogui». Siete de los óleos fueron publicados en la revista La Ilustración Española y Americana.13 El mismo año, el Círculo de Bellas Artes le encargó un pequeño óleo sobre cartulina, Felipe IV y su pintor de cámara Velázquez, para regalárselo al rey Alfonso XIII con ocasión del baile de máscaras de carnaval. Regresó a Granada y se sabe que compartió estudio con Pablo de Loyzaga o con Vicente León.15 En 1904 expuso en la Nacional de Bellas Artes, ganando una mención honorífica.
Bertuchi, con sus paisajes urbanos y campestres del Marruecos colonial español, plagados de esas escenas callejeras, de aglomeraciones humanas, mostrándonos el espectáculo del discurrir de la vida cotidiana, o con sus representaciones festivas de la carrera de la pólvora, o el espectáculo oficial del séquito del jalifa en las calles, o las harcas desfilando ante el comisario general de Marruecos, etc., nos ofrece una secuencia espléndidamente realista y bella de la vida cotidiana marroquí durante el Protectorado. Es, precisamente, su permanente estancia en Marruecos y su diario contacto con la vida cotidiana de sus habitantes lo que lo llevó a reflejar una realidad tan directa de ese mundo y de sus gentes, dando así fin a las fantasías orientalistas de herencia romántica con las que, tradicionalmente, era visto. Su pintura desmitifica completamente las narraciones exóticas o las fantasías orientales románticas, destruyendo, además, atávicos prejuicios. Esa familiaridad con la realidad marroquí, con su vida diaria, lo lleva a realizar una obra tan próxima a dicha realidad y tan abundante que puede considerarse un auténtico testimonio del habitual quehacer popular y oficial de nuestro antiguo Protectorado. Sus moros no infunden ni rechazo ni recelo, sino que son gente común, con sus tareas e inquietudes habituales, como las gentes de cualquier otro pueblo. Bertuchi es, por tanto, el pintor de la vida cotidiana del Marruecos colonial español, plasmando ese discurrir vital que desfila ante sus ojos, sin ningún prurito de exotismo o interés etnográfico, sino como la cosa más normal del mundo: un pueblo que vive su vida como todos los demás.
En cuanto a la evolución de su técnica y estilo pictóricos, diremos que Bertuchi, en su juventud, había partido de una casi infantil y romántica ensoñación orientalista inspirada en la pintura de Fortuny, siendo innegable la influencia de este pintor en sus primeras obras. Pero, ya desde muy joven, pretendió crearse su propio estilo, consiguiendo con el tiempo ir desarrollando un lenguaje particular, caracterizado por el empleo de una técnica luminista, llena de colorido y de luminosidad, entroncada, sin duda, con los luministas valencianos, como Sorolla, pero acompañada de una ambientación y una atmósfera muy personales. Pasado el tiempo, esta técnica luminista se iría haciendo más suelta y fluida, alcanzando, ya en la madurez de su estilo, unos acusados contrastes de luces y sombras, muy característicos del pintor; lo que ha hecho que, en ocasiones, también se le haya calificado de impresionista; sin embargo, a pesar de esta evolución personal, su pintura permaneció ajena a la dinámica de los cambios pictóricos contemporáneos.
Otra importante faceta del arte de Bertuchi —a la que aludimos anteriormente—fue la de cartelista. Desde fecha temprana ya existía en la zona del Protectorado la Comisión Especial de Turismo, aunque su reglamento no se creó hasta el año 1930, siendo Bertuchi vocal de la misma desde su creación. Dicha Comisión fue sucesivamente dependiente primero del Patronato Nacional de Turismo de la Monarquía, luego del Comité Oficial de Turismo de la República y posteriormente del Ministerio de Turismo durante el Gobierno del general Franco. Aparte de los carteles de carácter militar, como los destinados al enganche en el Tercio, Bertuchi realizó para dicha Comisión Especial de Turismo la mayoría de los carteles de propaganda turística del Protectorado español de Marruecos. Estos carteles, concebidos mediante imágenes que aúnan su gran belleza artística con la consecución del deseado impacto social que se buscaba como reclamo turístico, indudablemente ejercen una gran atracción visual sobre el espectador, logrando plenamente el objetivo que con ellos se pretendía de lenguaje visual directo al público. Bertuchi nos muestra en sus carteles que es un maestro en este arte, tan unido al léxico de la pintura, pero, a su vez, con sus particulares condicionantes estructurales, que fueron prontamente asimilados por el pintor. Bertuchi entendió en seguida que el cartel debe ser concebido en función del objetivo al que va dirigido y a la consecución del mismo, habiendo que partir por tanto del análisis del mensaje que se quiere transmitir y estando, por consiguiente, supeditado a ello tanto la disposición de las imágenes como el colorido y su distribución, requiriendo por todo ello de unos medios estilísticos y técnicos concretos y sencillos, pero impactantes, con el fin de que su lectura sea fácil y rápida, llegando de inmediato al espectador. Son carteles, como decimos, de gran belleza visual, pudiéndose escoger cualquiera de ellos como ejemplo; bástenos aquí con citar el de la Puerta de la Casbah de Tánger, el de La vega de Alhucemas, el de Una calle de Alcazarquivir o los varios que realizó con vistas de Tetuán.